Cathy O'Neill: exposición de pinturas

SÁBADO 27 DE FEBRERO, 19.00 H.
Inauguración de la exposición
 
 "Pintar con agua en un suspiro"
Cathy O'Neill



Pintura con técnica al agua
Desde el 27 de febrero hasta el sábado 2 de abril


   Dos docenas de obras tienen que ser siempre suficiente prueba material para saber si la
propuesta creativa de una artista nos interesa o no. Poco más o menos, esto es lo que nos
ofrece la dublinesa Cathy O`Neill en esta exposición, en la que ha optado por la técnica del
color al agua, tan difícil de dominar. Cuando los pigmentos se sostienen en aceites, ceras o
clara de huevo, la mano y su prolongación a través del pincel  parecen sentirse seguros ante la contenida viscosidad del material plástico. Pero con el agua, el más universal de los
disolventes y sostén de la vida, todo es inestable e imprevisible, y se aproxima mucho a
pintar con la luz. En todo arte hay un singular momento, el kairós griego, en el que se ha
acertado, antes no se ha llegado y después es tarde; para el acuarelista esta cuestión es tan sustantiva que es la esencia de su labor. De la falta de definición de los colores, que hace la imagen anodina, se pasa a la fatídica suciedad, que la convierte en inexpresiva, en medio está  el tan añorado objeto de deseo. Si se pasa por él sin verlo, es  aconsejable cambiar de técnica o de oficio.
 
   La risueña e irónica Cathy, lleva treinta años viviendo en España, está casada con un castellano y se inició en la secta de los acuarelistas en Guatemala. A pesar de todo, mantiene sus compromisos con una de las escuelas de pintores al agua más poderosas  de la cultura occidental, que agrupa a pintores paisajistas ingleses-irlandeses y  norteamericanos organizados en antiguas sociedades, y capitaneados por  el romántico inglés John Constable. Dentro de esa tradición permanentemente renovada, presenta formatos medios de paisajes de bosques y costas, con esa agua tan esquiva  a la hora de representarse a sí misma, juego de tierras sobre verdes y de verdes confrontados a azules; de primeros planos de flores, paleta de rojo desvaídos contra verdes pardos; además de motivos vegetales de interiores urbanos. Sin lugar a dudas se trata de una pintura clásica, sin la temible búsqueda de efectos gratuitos, pero al mismo tiempo muy personal. Cuando la atenta mirada de la artista observa la aparentemente monótona realidad de un paisaje, pero que verdaderamente está en constante movimiento, decide seleccionar un momento de intensidad y llevárselo con ella al papel, el mundo cambia. El mundo cambia, porque un sersensible ha decido pararlo todo, observar y comprender un suceso irrepetible, trasladarlo a un soporte permanente y mostrárnoslo a los despistados. Ya nada será igual. Tal vez, una parte del universo continúe su derrota con aparente indiferencia, sin embargo, nosotros seremos necesariamente distintos. Ese es el sentido último del arte.

   El limitado número de piezas cerámicas que presenta en la exposición, no nos permite hacernos una idea cabal de la riqueza de su trabajo en ese campo. Así y todo, nos dapistas
sobre su soltura a la hora de componer en tres dimensiones y la facilidad con la que construye maclas de objetos, en busca del equilibrio y la expresividad. Son datos para el espectador atento, al que me permito aconsejar una búsqueda tranquila en el sugerente mundo de esta jovial artista.
 
Fernando Ferro
Vallekas  19 enero 2016

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